La monitorización fetal es el proceso de evaluar periódicamente el bienestar del bebé durante el embarazo y/o durante el trabajo de parto. Consiste en registrar los cambios en la frecuencia cardíaca fetal y su relación temporal con las contracciones uterinas.
El objetivo es identificar a los fetos que pueden presentar una insuficiencia de oxígeno para guiar en la actuación profesional o determinar si el feto debe ser extraído mediante cesárea o parto instrumental.
Según las guías de práctica clínica, sumarios de evidencia y revisiones sistemáticas, se considera que no hay evidencia que apoye la monitorización fetal anteparto en gestante de bajo riesgo antes de la semana 40.
Hay dos métodos de monitorización fetal: continua e intermitente.
La monitorización continua consiste en registrar constantemente el ritmo y la frecuencia cardíaca del bebé, así como las contracciones uterinas. Para ello, se utiliza un transductor de ultrasonidos para el latido fetal y un sensor de presión para la dinámica uterina, ambos colocados en el abdomen de la madre y que envían la información a una máquina que registra e imprime los resultados.
Además, podemos diferenciar dos subtipos de monitorización continua, que son: externa e interna. La monitorización externa consiste en la colocación del detector del latido fetal en el abdomen materno, mientras que en la interna, el sensor se inserta en el cuero cabelludo fetal a través de un tacto vaginal y será necesario que la bolsa esté rota.
En cambio, en la monitorización intermitente se verifica la frecuencia y el ritmo cardíacos del bebé a intervalos específicos, generalmente cada 15-30 minutos durante la fase activa de parto y luego cada 5-15 minutos durante la fase activa del expulsivo (pujos, abarcando el período entre 2 contracciones) y a poder ser a razón de 1 matrona/1 gestante. En este caso, se puede utilizar un doppler fetal (sonicaid) o un estetoscopio de Pinard.
También se podría utilizar el monitor normal de ultrasonidos con el que se realiza la monitorización continua. Algunos protocolos hospitalarios optan por realizar “ventanas de monitorización”, registrando la frecuencia cardíaca fetal 20 minutos cada hora.
El uso sistemático de la monitorización fetal electrónica continua durante el parto de gestantes de alto o bajo riesgo sólo ha demostrado como beneficio significativo una disminución de las convulsiones neonatales, sin influir en las tasas de mortalidad perinatal y a expensas de un aumento de los partos instrumentales o cesáreas.
En las tablas 1 y 2 se pueden observar los factores de riesgo gestacional e intraparto en los que la monitorización fetal durante el trabajo de parto debería ser continua (SEGO, 2005) :
Por tanto, en el control de un parto de bajo riesgo que evoluciona con normalidad, la mujer no requiere estar conectada permanentemente a un monitor, lo que le permitirá mayor comodidad y mayor libertad de movimientos.
En caso de ser necesaria una monitorización continua, hay hospitales que cuentan con monitores inalámbricos, lo cual permite a la mujer la libre deambulación por la habitación.
En tu plan de parto, puedes reflejar tus preferencias en base a este tipo de intervención: ¿monitorización continua o intermitente?